La sinceridad de la derecha

Dentro de lo variopinto de la pluralidad y la diversidad existe la máxima de que todo está inventado y reutilizado y que no hay nada nuevo que nos pueda sorprender. En efecto, casi todo es cíclico, si atendemos a la naturaleza, y a algunos les ha dado por insistir que la historia también lo es. Más aún, los radicales piensan que es ciertamente pendular, expresando de esta forma los extremos a los que se puede llegar. Todo esto viene a colación y referido a la incertidumbre que se nos aproxima con la debacle económica que nos oprime. Nadie quiere apostar en firme por los demás y el modelo productivo está en entredicho. Por otra parte está la parte de los que opinan y no tienen nada que decir. Una y otra vez se repiten argumentos parecidos para tratar de convencernos de que lo evidente ( que lo que sube , baja), no es tan cierto como a nosotros nos parece. Concretando. Ante la falta de unión en las medidas a tomar, la derecha en nuestro país es mucho más práctica y sincera que el grupo formado por los de izquierda. La ideología centrada en la social-democracia se construye en torno a unos principios de solidaridad e igualdad entre los pueblos y los seres humanos que los constituyen. Sin embargo, no hay que engañar a nadie. Es mucho más real y popular, mostrar la realidad a “unos pobres desgraciados” diciéndoles, eso sí, con cariño, que a pesar del estado del bienestar, nunca saldrán de la miseria que les ha tocado vivir a tantos. Por eso, por ellos, por tantos!, es preferible que se les diga de una vez por todas y que esta situación no nos conduzca a una crisis de opinión entre los unos y los otros.
Hace unos días pudimos ver por televisión un reportaje que no dejó a nadie impasible. Dicho documental era ciertamente revelador y por ahí deberían ir todos los mensajes, subliminares o no, de la situación actual. Entrando en su contenido puedo decir que se nos mostraba la clase social más inalcanzable para la mayoría de los ciudadanos, ya que alguno de los entrevistados tenía gastado en una tienda de alimentación más de 50.000 € en un solo día. Otro se divertía duchándose en champam y hasta venía preparado con sus gafas de buceo y todo... Gracioso para algunos, que apostarían por los mismos métodos si pudiesen participar de esas excentricidades, y profundamente doloroso para todos esos trabajadores que una vez que se acaben las ayudas del Estado, no tienen mucha idea de dónde van a trabajar para pagar la hipoteca, alimentar a la familia y sobrevivir en un principio de incertidumbre. La sinceridad de las ideologías del modelo de producción del liberalismo conducen a una precariedad laboral de la que solo toca hablar cuando el sistema financiero está estabilizado; malo será que no haya un hueco para acallar el que inicia el debate en tales circunstancias.
No obstante no quiero terminar sin comentar que lo más impactante del reportaje televisivo fue cuando un personaje operado hasta en el carné de identidad expresaba la pena que estaba pasando al ver a sus amigos ricos, comprando menos de lo habitual, en otras palabras, gastando menos de lo exigible para su categoría social, “porque la otra gente (los pobres) ya están acostumbrados a vivir así”, decía, y sus amigos no. No quiero acostumbrarme a mirar a otro lado aunque cada vez sea más cómodo, más práctico y quizás más “sincero”, al acallar mi conciencia ofreciendo lo que me sobra. Las políticas sociales hacen lo posible para construir una sociedad más justa, digna e igualitaria.

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