De política

José Luis Fernández Díaz

No tenía en mente hacer mención alguna, al menos en algún tiempo, al panorama político con el que nos toca convivir, si embargo, y sin que sirva de precedente de otros artículos posteriores (en los que practicaré sana profilaxis), me veo en la obligación de atender a la 'sorpresa esperada' del anuncio de la convocatoria electoral en nuestra comunidad gallega. Dentro del proceso democrático siempre surgen diferentes variables en las que los diferentes partidos tratan de sacar un valioso puñado de votos, que en muchos casos son claramente definitivos a la hora del temido escrutinio final. Las campañas electorales se nutren de un sinfín de mítines en los que los candidatos se ven arropados por sus líderes más representativos en cada caso. Con todo, estos comicios son claramente diferentes, según mi modesta opinión.

Durante los meses en los que los unos y otros han gobernado, los ciudadanos han dado más tumbos que nunca, a la espera de que llegase la mano salvadora que atendiese a sus problemas y ejerciese mano firme ante el paro y la crisis financiera que no parece acabarse nunca. Si bien tras la crisis del 29 se tardó en divisar los brotes verdes de la recuperación más de 20 años, la actual (que según nos cuentan es peor), necesitará algo más que el mesías que muchos desean y no termina de aparecer. Es por eso que los ciudadanos gallegos están a la espera de la oferta de los partidos políticos (sería mejor llamarles 'enteros políticos'), que tendrán que exprimir al máximo su imaginación, para no caer en el aburrimiento dialéctico que supone escuchar siempre los mismos reproches de falta de eficacia en la gestión anterior. Porque ya sabemos y conocemos la filosofía de cada uno. Con cuál podremos concordar o no. No obstante, la proliferación de otros grupos políticos de nueva o vieja talla pone de manifiesto un clamor y una manifestación social de no saber qué hacer. Algunos hasta pensarán en no acudir al compromiso electoral. Ese es el motivo del porqué veo estas elecciones gallegas con mucho pesimismo. Porque la ilusión se ha perdido y la confianza en los políticos ya es algo del pasado, motivado por demasiados errores de bulto en excesos, abusos y dislates.

Pero tengo que ser sincero y explicar que mi frustración no viene sola. La realidad es que mi candidata ideal no se presenta y no la puedo votar. Se llama Angela Merkel, y según me cuentan hace unos malabarismos que levantan la ilusión a los más pesimistas. Me dicen los amigos que es capaz de disparar la prima de riesgo de sus socios comunitarios hasta límites impensables y, por si fuese poco, la mayoría de los programas electorales de los demás partidos están en función de lo que ella diga o haga. Por eso, para evitarnos tiempo dinero y disgustos yo quería que fuese candidata a estas elecciones, pero mucho me temo que no tiene pensado presentarse y mi dilema político seguirá su marcha, con el de muchos? me temo, hasta el mismo día 21 de octubre, en el que los indecisos decidirán quién será el partido más votado. Luego habrá que ver quién ocupará la presidencia de nuestra comunidad autónoma gallega. Eso sí que será otra historia para nuestra comunidad histórica. 

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