Los pelotas de Dios

Con frecuencia escuchamos la facilidad que tienen algunos para hacer la pelota a los demás y curiosamente, también podemos identificar a aquellos que les encanta estar rodeados de pelotas que les dicen a todo que sí. ¡Vamos! que todo se trata de un, quid pro quo que dirían los latinos, que roza los límites de la moralidad en algunos casos, al estar unos y otros al servicio de lo que haga falta, para que la cadena de favores no se rompa, o la oportunidad de alcanzar poder por parte de los más mediocres, no se malogre. En ese juego no entramos todos, por fortuna, pero es constatable que antes o después, a todos nos llega la oferta.

Con Dios pasa tres cuartos de lo mismo. Hay mucho pelota de Dios, y lo digo desde el más profundo respeto a alguien en quien creo como Salvador personal. La gente emplea esta frase sin pensar, pero es muy cierta. No en el sentido de magnificar la cantidad de personas que se dedican a adular a los demás, sino en el sentido literal de la frase. Cuando todo marcha más o menos bien, dirigimos nuestra vida como bien nos parece y pasamos de Él. Si por el contrario tenemos alguna enfermedad, o algún problema serio, hasta los que se creen ateos o agnósticos se acuerdan de Dios. Pero son muchos los que intentan hacerle la pelota. Si tu me das, yo te doy, o yo hago ... . Demasiadas veces, una vez solucionado el problema, la vida de cada uno vuelve a la rutina diaria, tomando el rumbo equivocado.
Dice la Biblia en Gálatas 6:7 “...Dios no puede ser burlado. Todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”, y en realidad, el intentar hacer la pelota a Dios es querer burlarse de él. ¿Pero cómo puede entenderse el querer hacer su voluntad?. La respuesta es muy sencilla cuando dependemos y vivimos solo para él, al contrario de querer usalo como si fuese la lámpara de Aladino, que frotamos para sacarle brillo y para que salga el Genio que tiene poder para todo.

Lo más triste de la vida de los pelotas es el final. Decía Serrat “Bienaventuados los que alcanzan la cima, porque será cuesta abajo el resto del camino”, no sé si se refería exactamente a los pelotas (habría que preguntárselo), pero mucho me temo que por ahí iban los tiros. El final es soledad, amargura y una personalidad perdida en un cúmulo de circunstancias. Pues al final, sin Dios, solo me viene a la mente la frase de Ortega “Yo, soy yo y mis circunstancias”.

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